lunes, 21 de mayo de 2012

Ginkgo biloba, un fósil viviente.


Si le fascinan los dinosaurios, y el pensar que alguna especie hubiera podido sobrevivir hasta nuestros días, ya sea en un lago de Escocia o en la selva del Congo, o si cuando su ciudad es visitada por una exposición itinerante de fósiles de dinosaurios va corriendo a verla, y disfruta como un niño en ella, entonces quizás le ilusione saber que entre nosotros viven especies vegetales que ya existían incluso antes que los dinosaurios, y que apenas han cambiado desde entonces.

Los primeros ginkgófitos aparecieron hace 270 millones de años, 40 millones de años antes de los primeros dinosaurios. Y aunque fueron fuertemente afectados por la extinción del cretácico, aquella por la que desaparecieron los dinosaurios de la faz de la Tierra, todavía hoy podemos encontrar una especie ginkgófito, el Ginkgo biloba.

Esta especie sobrevivió en una pequeña zona de China, desde donde, considerados como árboles sagrados, se popularizó su uso en jardines de templos budistas de China, Japón y Corea.

En 1691, un botánico alemán, Engelbert Kaempfer, trabajando para la compañía de las Indias Orientales, descubrió ejemplares de ginkgo vivos en Japón, y se llevó semillas a Holanda. De hecho, si algún día viaja a Holanda, visite el botánico de Utrecht, allí podrá encontrar aún vivos a los primeros ginkgos plantados en Europa.

No obstante, desde entonces su uso ornamental se ha extendido, gracias a ello no es necesario viajar hasta Holanda o China para ver un Ginkgo. Así, por ejemplo, en Málaga, podemos encontrar varios ejemplares en el JardínBotánico-Histórico La Concepción, el jardín botánico de la universidad de Málaga, el parque de la Alameda, la C/ Alameda de Colón

Si su valor ornamental y como fósil viviente fuera poco, también tiene valor farmacológico. Del extracto de hojas de ginkgo se obtienen ginkgoloides, cuya ingesta incrementa la circulación sanguínea central y periférica, mejorando la irrigación de los tejidos, además cuenta con función antiagregante, disminuyendo el riesgo de trombosis,  y neutraliza los radicales libres, desacelerando el envejecimiento.

Fíjese nuevamente en la foto. Observe las verdes hojas planas de este árbol caducifolio, hojas que tornan en un  precioso amarillo en otoño antes de caer. Fíjese atentamente en la forma de abanico de estas hojas de bordes irregulares y nervadura dicótoma. Y cuando se lo cruce en su camino, lo reconocerá sin dudar, y sabrá que usted se encuentra ante un fósil viviente.

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