sábado, 7 de julio de 2012

La cotorra argentina, una invasora.



Recientemente ha anidado cerca de mi casa un grupo de cotorras argentinas, Myiopsitta monachus, unos loros de unos 30 cm de largo y unos 130g de peso, caracterizadas por su plumaje verde claro con leves tintes azules en las alas y grisáceos en el pecho. Miedo me da, porque esta especie suele hacer nidos grupales, con puestas de 5 a 8 huevos por nidada por pareja, llegando a producir más de 30 polluelos por nido, y son muy gritonas.

Esta especie fue introducida en Europa como mascota, pero la liberación de ejemplares, ya sea de forma accidental o intencionada, ha propiciado que se expandan por muchas ciudades, parques, jardines. Como cuentan con una dieta muy variada, y se adaptan bien a distintas condiciones ambientales, son capaces de establecerse sin mucha dificultad en muy diversos lugares.

El problema radica en que al establecerse en un lugar nuevo, afecta a las poblaciones autóctonas, suponiendo una grave amenaza para las mismas.

Debemos tener en cuenta que los ecosistemas son sistemas formados por un conjunto de seres vivos (biocenosis) que se relacionan entre sí y con un medio (biotopo). En condiciones naturales, las relaciones entre esos seres vivos son estables e interdependientes, de manera que aquello que afecte a uno de los miembros del ecosistema puede afectar al resto.

Así, el ingreso de estas cotorras en un nuevo ecosistema, al igual que ocurre cuando se introduce cualquier otra especie invasora en un ecosistema, provoca la pérdida del equilibrio de este, viéndose afectado la composición, la estructura o los procesos de interacción de los mismos, lo que pone en peligro la diversidad biológica.

En este ejemplo, el de la cotorra argentina, su establecimiento en España está provocando el desplazamiento de otras especies aviares como el mirlo, Turdus merula, y la urraca, Pica pica.


Veamos algunos otros tristes ejemplos de especies invasoras:
  • La llegada del picudo rojo a España, como ya comenté, se debe al comercio internacional de palmeras sin un debido control fitosanitario, podemos considerarla por tanto en una introducción accidental de una especie invasora que actualmente se ha convertido en una plaga que se extiende destruyendo varias especies de monocotiledoneas a su paso.
  • También he hablado en el blog sobre el caso del síndrome de colapso de las colonias de abejas, lo que no comenté es que fue el ser humano el que en su empeño de extender el uso de la abeja doméstica, Apis mellifera, la introdujo conscientemente en regiones donde entró en contacto con otra especie de abeja, Apis cerana, que habitualmente es atacada por un microsporidio, Nosema ceranae. De este modo, el parásito encontró un nuevo hospedador mucho peor preparado para defenderse ante él.
  • Las tortugas de florida, Trachemys scripta elegans, muy utilizada como mascota y liberada frecuentemente por sus dueños cuando crecen, ha supuesto un grave daño a los ecosistemas españoles, afectando duramente a las poblaciones de galápago leproso, Mauremys leprosa, y la tortuga mora, Testudo graeca.
  • Recientemente ha muerto el último espécimen de Chelonoidis Abingdoni, quizás por este nombre no les suene, pero estas son las tortugas gigantes que dan nombre al archipiélago de las Galápagos. Las responsables de esta extinción son principalmente las cabras, introducidas por el hombre en esta isla, que al ser mucho más ágil y versátil que las tortugas, ha conseguido desplazarlas de sus sitios de alimentación.

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