En 1858, el médico alemán Rudolf Virchow plantea el tercer principio de la teoría celular “omnis cellula e cellula”, lo que viene a significar que cada célula deriva de otra célula ya existente. Esta idea supone cierto problema: si toda célula proviene de una célula previa, estas deben contener algo que permita la herencia de sus caracteristicas propias.
En 1859, Charles Darwin publica “El origen de las especies” donde expone su teoría de la evolución biológica. Esta teoría implica necesariamente la existencia de mecanismos que permitan la herencia de caracteres de padres a hijos, y la modificación de los caracteres hereditarios, lo que genera la diversidad. Pero el pobre de Darwin jamás llegó a descubrir cuáles eran estos mecanismos, y es una lástima, porque un fraile agustino de la Abadía de Santo Tomás de Brno (Republica Checa) estaba descifrando la clave por aquellos años.
Entre los años 1856 y 1863, el padre Gregorio, conocido por todos como Gregor Mendel, se dedicó a cultivar y probar cruces con la plantas de guisante, Pisum sativum. A través de su estudio demostró que la herencia se produce debido a elementos particulados, y que siguen normas estadísticas sencillas, que quedarían resumidas en tres principios. Este estudio fue publicado bajo el nombre “Experimentos de hibridación en plantas”.
Pese a dar con la clave de la herencia, el trabajo de Mendel pasó desapercibido y no fue reconocido hasta algunos años después de su muerte. Se suele decir que la comunidad científica no se hizo eco de los estudios de Mendel debido a dos posibles razones:
- La revista en la que publicó Mendel, la Revista de la Sociedad de Ciencias Naturales de Brünn, no tenía una gran difusión.
- Como Mendel no era un científico conocido, poca gente prestó interés en leer su trabajo.
Pero también debemos apuntar otra razón, ni el mismo Mendel era consciente del alcance de sus descubrimientos. Mendel envió su trabajo al botánico Karl Wilhelm von Nägeli, una de las máximas autoridades de la época en el campo de la biología, el descubridor de los cromosomas, y este botánico le sugirió que realizara sus experimentos en varias especies del género Hieracium. Pese a que Mendel lo intentó, no consiguió los mismos resultados con estas plantas, pensando de este modo que sus leyes de la herencia sólo podían ser aplicadas a ciertas especies, y no eran unas leyes universales.
Ahora sabemos que las plantas del género Hieracium cuentan con un tipo especial de partenogénesis, una forma de reproducción basada en el desarrollo de células sexuales femeninas no fecundadas. Sin saber esto, era imposible que los resultados de los experimentos de Mendel sobre estas plantas tuvieran algún sentido.
Existe un mito que dice que Mendel envió una copia de su trabajo a Darwin, pero que Darwin nunca llego a leerla porque tenía un exceso de correspondencia… Esto no ha llegado a demostrarse nunca, además, si Mendel hubiese mandado una carta a Darwin, esta se encontraría en la biblioteca de Darwin, y allí no está.
Así que Darwin, en 1868, admite que las leyes que rigen la herencia son desconocidas, y propone la “hipótesis provisional de la pangénesis”. Esta hipótesis intenta explicar los posibles mecanismos de herencia postulando que debían existir unas partículas hereditarias, las gémulas, que debían producirse en cada una de las partes del organismo, recogiendo los cambios que sufren dichas partes, y fluirían por todo el organismo libremente, de modo que la herencia que reciben los hijos se debería a una mezcla de gémulas de ambos progenitores.
Al final de la década de 1890, Hugo de Vries, que llevaba desde 1886 experimentando con la hibridación de Oenothera lamarckiana, había supuestamente deducido las mismas conclusiones que Mendel cuando descubrió el artículo de este, comprobando que las deducciones de ambos coincidían. No obstante, en 1900 pública sus resultados en Comtes Rendus de l'Académie des Sciences, sin citar a Mendel en su trabajo. Posiblemente, de Vries pensaría que nadie se iba a dar cuenta, total, Mendel había muerto hacía ya algunos años, y su artículo no había trascendido… pero no contaba con Carl Correns.
Lo que son las cosas, recuerdan a Karl Wilhelm von Nägeli, el descubridor de los cromosomas, el que le dijo a Mendel que probase con otra planta, vale, pues este hombre se puso a trabajar con las hipótesis de Mendel, y el caso es que cuando muere, su nuero, Carl Correns, que también era botánico, continua su trabajo. Así, en 1900, Correns pública sus resultados, reconociendo a sus colaboradores y a él mismo como redescubridores de las leyes de la herencia de Mendel.
Imagínense la indignación que le debió entrar por cuerpo a Correns cuando vió que Hugo de Vries se quería marcar el tanto como descubridor de las leyes de la herencia. Como era de esperar Correns criticó públicamente a De Vries, y este no tuvo otra que rectificar y reconocer la prioridad de Mendel sobre su trabajo.
Como donde caben dos caben tres, hubo un tercer trabajo que se publicó ese mismo año en el que se redescubrían las leyes de Mendel. Este tercer redescubridor fue Erich von Tschermak. Como daro curiosioso, resulta que este hombre fue el nieto del profesor de botánica de Mendel, si es que el mundo es un pañuelo.
Como curiosidad añadida, nótese que quitando a Virchow y Darwin, el resto de los aquí mencionados eran todos botánicos. Más de uno se pensará “¿es que ningún zoólogo estudiaba la herencia? ¿Es que no había quien usase animales para estudiar la herencia?”. Pues de hecho el mismísimo Mendel lo intentó con abejas, pero estudiar la herencia con plantas, y especialmente con el guisante Pisum sativum, suponía una serie de ventajas, como son; el reducido tiempo entre generación y generación; la gran diversidad dentro de una misma especie, lo que le permitía estudiar las variaciones de distintos caracteres como el color, la forma y el tamaño…; la elevada descendencia; su bajo coste de mantenimiento… Pero no os preocupéis que ya llegaría posteriormente Morgan para estudiar la herencia con moscas.
En algunos sitios puede que diga que todos estos botánicos eran genéticos, bueno... eso lo podemos considerar nosotros ahora, pero ellos no se consideraban genéticos, porque esta disciplina no existía como tal, de hecho, el termino gen no fue acuñado hasta 1909 por el botánico danés Wilhelm Ludwig Johannsen.
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