El día 22 de este mes, casi a las 3 de la tarde, empezaba el otoño. En cambio, el año que viene, el otoño empezará también el 22 de septiembre, pero cerca de las 9 de la noche. Debido a ello, ayer me preguntaron por qué de un año para otro varía la hora en la que se produce el cambio de estación.
Entendamos primero que los cambios de estación se deben a que la cantidad de luz solar que reciben las distintas regiones del planeta cambia a lo largo del año como consecuencia de las variaciones de inclinación que tiene el eje de giro de la tierra con respecto al plano de su órbita alrededor del sol. Hay que recalcar esto porque mucha gente piensa que es la órbita elíptica de la Tierra la que provoca las distintas estaciones al acercar o alejar la Tierra del Sol, cuando la variación en la distancia entre el sol y la Tierra es mínima, por lo que no afecta significativamente al clima terrestre.
Al variar la inclinación del eje con respecto al plano de la órbita, vamos a encontrar 2 puntos a lo largo de la misma en los que el eje haga un ángulo de 90º con el plano, de modo que ambos polos de de la Tierra se encuentren a la misma distancia del sol, por lo que reciben la misma intensidad de luz solar en ambos hemisferios, y la duración del día y la noche es la misma. Esto acontece en el paso del verano al otoño, y en el paso del invierno a la primavera, lo que se conoce como equinoccios de otoño y de primavera.
De un equinoccio a otro, el eje va a inclinándose haciendo que un hemisferio se encuentre más expuesto al sol que el otro, esta inclinación alcanza un máximo en los solsticios, momentos en los que la duración del día es máxima para uno de los dos hemisferios y mínima para el hemisferio contrario. Así tenemos el solsticio de verano y el de invierno, que dan paso a dichas estaciones.
Aclarado esto, volvamos al punto de origen de esta publicación. ¿Por qué cada año varía la hora e incluso el día en el que se produce el cambio de estación?
La razón reside en que la Tierra no tarda 365 días en hacer ese movimiento del eje y vuelta al mismo punto, sino 365 días y unas 6 horas. De este modo, si contamos 365 días desde el equinoccio de otoño de este año, estaríamos a 6 horas de alcanzar el siguiente equinoccio de otoño.
Claro, si retrasamos unas 6 horas cada año para llegar al mismo punto, al cabo de los años el equinoccio pasaría a presentarse no solo a una hora distinta, sino en un día distinto, o en un mes distinto. Por eso cada 4 años se establece un año bisiesto, formado por 366 días, cuyas 24 horas extra corrigen el desfase.
Aunque a decir verdad, esto tampoco es del todo cierto, pues esas 6 horas de las que no paro de hablar, no son exactas, de modo que con los siglos volveríamos a encontrar un desfase. Realmente la duración de la que hablamos sería de 365 días, 5 horas, 48 minutos, 45 segundos y 9 décimas, o lo que viene a ser lo mismo 365,242198 días, que podemos ajustarlo aproximadamente a 365 +1/4 -1/100 +1/400 días, de modo que el calendario gregoriano utilizado en casi todo el mundo, considera años bisiestos aquellos que son divisibles entre 4 pero no entre 100, excepto aquellos que también sean divisibles entre 400.
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