Las salamanquesas parecen desafiar la gravedad al correr por cualquier superficie, aunque sean verticales, incluso pueden caminar por los techos sin ninguna dificultad.
Esta habilidad no se debe a la presencia de ventosas, ni a sustancias adherentes que pudiera segregar a través de las almohadillas de sus patas, entonces ¿Cómo consiguen caminar por estas superficies con tal facilidad?
Cuando nosotros ponemos una mano sobre la pared, la superficie de contacto entre la mano y la pared en realidad no es muy grande, lo que es debido a la gran cantidad de irregularidades que tienen ambas superficies. A nivel molecular, pocas son las moléculas de la pared y de nuestra mano que llegan a estar los suficientemente cerca como para que se generen interacciones entre ambas.
El secreto de la salamanquesa radica en aumentar precisamente la superficie de contacto con la pared. Para ello, en las almohadillas de sus patas cuenta con millones de pelos o cerdas microscópicas, llamadas setas, cada una de ellas 10 veces más fina que un pelo humano. A su vez, cada seta tiene en su extremo un fleco que se ramifica dando entre 100 a 1000 pelos más finos aún, llamados espátulas.
Al aumentar tanto la superficie de contacto entre ambas superficies, se favorecen que se establezcan una gran cantidad de interacciones entre la superficie a escalar y las almohadillas del animal.
¿De qué interacciones estamos hablando? De fuerzas de Van der Waals, atracciones débiles que se establecen entre las cargas positivas y las cargas negativas de distintos átomos o moléculas.
En definitiva, al aumentar la superficie de contacto, este reptil consigue que se den tal cantidad de enlaces débiles, entre las moléculas de la superficie a escalar y las moléculas de la superficie de las almohadillas de sus patas, que la acumulación de todas esas fuerzas es muy superior a la necesaria para compensar su propio peso y quedar adherido a la superficie deseada.
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